Papeles en blanco roto
Tengo delante de mí un papel en blanco, frase hecha que indica no solo que está inmaculado, sin garabato en negro o en azul o en rojo o en el color que use de bolígrafo, sinoque también tengo la mente en blanco o en azul o en rojo o en el color en que tenga teñido el cerebro. No sé cómo empezar, no sé de qué escribir. Lo más fácil será hablardel papel en blanco que tengo delante de mí. Un fácil recurso, recurso que ya está quedando obsoleto, porque escribo en la pantalla del procesador de texto con el color en que la tenga configurada, clásicamente en letra negra sobre ¿papel? blanco. No se me ocurre tema alguno, pero los gusanitos negros de tinta (ahora de luz, pixeles, luciérnagas artificiales o cocolumbreros)
Es este un tema novelístico o peliculero recurrente: el escritor paralizado delante de la máquina de escribir, escribiendo cuatro líneas en un papel, sacándoloviolentamente, arrugándolo y tirándolo a la papelera. Y el escritor continúa siendo el protagonista que se encuentra “seco de inspiración”. Nadie habla del papel frustrado, blanco de rabia por inservible, desfigurado en mil pliegues, condenado a vagar por sucios caminos tal vez hasta un vertedero, o mejor, para su fortuna, hasta una fábrica de reciclado que le resucitará de sus cenizas como un Ave Fénix. De la papelera a la bolsa de basura negra de luto o amarilla de rabia o verde de esperanza. La bolsa reposará un tiempo en el contenedor; del contenedor irá al camión de la basura que despertará al escritor en plena noche en venganza por el papel maltratado, mínimamen
Una noche seguí al camión de la basura. Os parecerá mentira, pero os juro que es tan verdad como la ficción misma, que a veces supera la realidad. Conseguí los papeles de mi vecino, al que había vigilado por la ventana,y los observé uno a uno. Despertó mi curiosidad visual en el primer papel desplegado, una cruz en el cerviguillo de la carta, costumbre antigua, tal vez para bendecir lo que siguiera, o simplemente un acto supersticioso como tantos que ejecutamos al día arbitrariamente. “De la cruz a la firma” era en tiempos una expresión que comprendía toda la carta.
El autor continuó debajo y en el centro con un nombre de capítulo: Juan Sánchez Gómez, nacido el año 1932. Nada más. El resto en blanco, como una catarata de nada que se despeñaba por el corte inferior; tenía todo el aspecto de una esquela funeraria o al menos así lo imaginé. Al día siguiente, –¡increíbles casualidades de la vida!– en las páginas de un diario aparecía la esquela de un hombre con el mismo nombre y la misma fecha de nacimiento. Aquel escritor, mi vecino, al que no volvería a ver con los mismos ojos, había sentenciado a alguien a muerte con su página herida en su dignidad y que reposaba en el cementerio del vertedero municipal. Vidas paralelas la del papel y la de Juan Sánchez Gómez.
Otro de los papeles comenzaba con la descripción de un coche y una cantidad final de 45.000 euros. Nada extraño en ello si no fuera porque esa misma tarde, dos policías visitaron a mi vecino que le condujeron a la comisaría, creo yo. Una deuda, sin duda. ¡O vaya usted a saber qué delito habría cometido! Cuando viniera la prensa a preguntarme, diría que no había notado nada raro en él: una persona corriente, amable, educada, aunque un poco encerrada en sí misma, como todos los escritores que desean hacer realidad sus ficciones. Si venía la prensa, claro.
Aún tenía en mis manos otras tres páginas casi en blanco, hechas una pelota que mi vecino sin duda había tirado a la papelera creyéndose un Michael Jordan, o por tirar más para casa un Pau Gasol. Tal vez el papel, disfrazado de balón, sintió esos segundos de gloria que todos disfrutamos una vez en nuestra vida, como dijo no sé quien. No lo desplegué por si ocultaba una nueva desgracia: la experiencia anterior me hacía sospechar que todos los papeles en blanco, con unas pocas letras,producto de la sequedad imaginativa de un autor, escondían una venganza blanca y fría por el despreciorecibido, por las líneas sin rellenar, por las letras sin escribir. Me llevé una de las bolas rebujadas en el bolsillo, con cariño sensiblón hacia el papel, aunque temeroso de su contenido. La curiosidad me venció al fin, desenvolví la bola, la planché con mis manos y su contenido me sorprendió, solo me sorprendió. Me devolvió a otra realidad o a distinta ficción. El papel era el principio de una carta en cuyo margen izquierdo figuraba el membrete de mi vecino:
Juan Sánchez Pedrayo
Comisario en Jefe
C/ Los perales 57
San… (No pondré el nombre de la ciudad para que no se le identifique.)
Era escritor, seguro. Al menos había escrito un libro que yo tenía dedicado por él en mi estantería. Escritor y comisario. Posiblemente Juan Sánchez Gómez, que aparecía en el primer papel, fuera su padre, muerto ese mismo día –lo digo por la coincidencia en nombre y apellido–. La cruz inicial tomó otro significado, entonces. El nombre con la fecha de nacimiento sería el inicio de su esquela funeraria. Y lo del coche del segundo papel, algo circunstancial. Nunca le vi coche propio aparcado a su puerta o en su garaje, razón por la que los policías fueron a recogerle a casa para asistir al trabajo, ¡por algo era el jefe! Tal vez había llegado la hora de que se comprara uno, un buen coche por su precio…
¡Vaya, la imaginación se me ha desbocado otra vez! Y sobre esto va el artículo, de cómo de una página en blanco, con tan pocos indicios construimos vidas ajenas muy lejosde la realidad. Incluso esta conclusión última sobre mi vecino puede ser tan falsa como las anteriores. De la misma forma que la idea que tenemos de los demás se basa en indicios e interpretaciones que pueden ser falsos o no del todo exactos. Por el contrario, la idea que los demás tienen de nosotros sabemos que no es la cabal. Y si me apuráis un poco ni siquiera lo que pensamos de nosotros mismos es la verdad justa y exacta, porque tendemos a ser benévolos con nosotros más que con ningún otro. Por otra parte, no siempre nos comportamos igual frente a parecidos sucesos o distintas
¡Vaya con la página en blanco, se nos ha vuelto filósofa la muy golfa!
JotaeMeGe
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