Con buen pie
Hoy me he levantado con el pie derecho. ¡Qué bien! Me espera un día extraordinario. A no ser que se cumpla aquel refrán que lucían algunos bares hace tiempo: “Hoy ha amanecido un buen día; ya verás como vine alguien y lo j*”. ¡Una sentencia optimista donde las haya, sin duda!
La mañana de pie derecho, me lleva involuntariamente a disertar sobre esta primera frase hecha del artículo. “Levantarse con el pie derecho”. Esta frase vulgar y repetida sin meditación alguna, esconde al menos dos conceptos supersticiosos, por no decir de religión básica, que lo son. Pensar que los primeros minutos o segundos del día marcan la trayectoria de las 24 horas siguientes es una idea supersticiosa, como santiguarse al salir de casa. Bastaría con expresar el momento: Me he levantado de buen humor o con la sonrisa puesta. Es simplemente un hecho que empieza y termina en breves momentos y no determina el futuro.
Pero hacer mención al pie derecho implica ya una relación entre la suerte que nos espera y nuestro porvenir más inmediato, es decir, establecemos una superstición. En lugar de la pata de conejo o la escalera por debajo de la cual no debemos pasar o cruzar los dedos son signos externos que influyen en nosotros, en nuestra vida futura o al menos eso deseamos. Pocas personas he conocido que no tengan alguna superstición insignificante, y las que no, posiblemente las practiquen en secreto o en público con una sonrisa que dote de incredulidad a lo que estamos diciendo, aunque por dentro pensamos “por si las moscas”.
Toda superstición implica un determinismo. En el caso que nos ocupa ese destino inevitable viene marcado por la bilateralidad del ser humano: izquierda y derecha, y por el hecho fisiológico de utilizar generalmente la mano derecha para ejecutar nuestros actos de manipulación y gestión. Los “zurdos” estuvieron mal vistos en tiempos pasados, incluso se les obligaba a la corrección.
Las palabras “atrás” y “adelante”, están relacionadas más bien con la traición y la valentía. Atacar por la espalda es censurable socialmente, es de cobardes, por eso, en español, hay quien necesita guarda-espaldas, no guarda-pechos. Venir o ir de frente significa valentía, ir de cara, arriesgar algo propio. Pero derecha e izquierda van más allá del día, de las 24 horas para extenderse a lo que se llamó buen y mal agüero respectivamente. El Mío Cid consideró de mal o buen agüero que las aves volaran a su izquierda o su derecha cuando partió hacia el destierro: “A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra, / Y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra”. Sinónimo de derecho es “diestro”, que despliega su significado a las buenas cualidades de una persona en algún menester. Sinónimo de izquierdo es “siniestro” y la palabra se las trae: hay personas siniestras, las casas de seguros consideran un siniestro cualquier sucesos en contra del asegurado y, por tanto, suyo. Recordemos la colocación del buen ladrón y mal ladrón en la crucifixión cristiana. O el premio celestial de que los buenos se colocarán a la derecha del Padre. ¡De largo le viene a la palabreja su siniestro significado!
Es decir, que levantarse con el pie derecho se basa en una religiosidad primitiva en el ser humano de la que comulgo sin darme cuenta. Levantarme hoy con el pie derecho me aseguraba un buen día; bueno, lo que parecía un buen día, porque no lo ha sido del todo. Al ir a vestirme, decidí ponerme un niki o niqui azul que no encontré. Busqué en el lugar donde guardo las camisetas y niquis, pero no estaba. Busqué donde guardo los jerseys, tampoco. Abrí varios cajones del armario, menos aún. Revisé todas las perchas, una a una, debajo de las camisas, debajo de las cazadoras, debajo de las chaquetas… ¡Nada! Por no aburrirte con mi búsqueda, lector, diré que registré toda la casa y no lo encontré. Supuse que la había perdido. ¿Cómo? No sé. Un paraguas, una chaqueta, un abrigo, es fácil de olvidar en algún establecimiento donde te despojas de ellos para estar más cómodo, pero ¿¡un niqui!? Pues sí, un niqui. Lo estuve buscando varios días hasta dejarlo por imposible. Se lo atribuí a los duendes, esos geniecillos cuasi invisibles que se dedican a mover muebles por la noche o a esconder cosas con intención entre maliciosa y pícara. Ya sé que es una idea fuera de toda lógica, y menos aún de persona sensata –si es que lo soy–, pero sucede lo mismo que con las brujas, en las que no creo, pero existir, existen. O levantarme con el pie derecho. ¡Ya dudo que lo hiciera!
Pasó el tiempo y un día colocando el armario, el estante de los niquis, apareció el azul, allí donde había mirado cien veces y, a lo peor, exagero. El duende había devuelto la prenda. No lo maldije, porque si lo hubiera hecho, la venganza estaría asegurada con sucesivas pérdidas. Sin embargo, busqué una explicación racional. ¡Qué menos! He dado en pensar que nuestro cerebro, cuando nos obsesionamos con que algo no está en su sitio, nos impide verlo, como la mácula ocular o como la cruz de Malta en los antiguos proyectores de películas (esto lo incluyo para que se busque en Internet). No es un duende, pero tal vez sea un mecanismo neuronal que se venga de nuestra desconfianza. Espero que no sea a mí solo al que le pasen estas cosas, porque eso sí que sería preocupante para mí. Prefiero que los rastreadores de prendas perdidas seamos multitud para mi consuelo: mal de muchos…. y que los pícaros duendes existan, para mayor tranquilidad propia.
En fin, que en esta época tecnológica que nos ha tocado vivir, no estaría de más que todas las prendas se vendieran con un microchip con que se pudieran geolocalizar, como los teléfonos móviles. Una llamada perdida y… ¡voilà!
Pero si esto ha de llegar algún día… ¡pobres duendes! Desaparecerán como el ratoncito Pérez. Los dientes de leche se seguirán cayendo, pero el ratoncito Pérez ya no te regalará nada, porque ni padres ni niños creen en él. ¿Y dónde irán los seres imaginarios cuando nadie cree en ellos? ¿Emigrarán a países más inocentes e incultos? ¿Acudirán “tristeacontecidos” al cementerio de las ficciones o a un libro viejo cuya apertura suene a puerta de castillo encantado? ¡Quién sabe!
JotaeMeGe
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