desmontando un elefante

DESMONTANDO UN ELEFANTE

 

Nacionalidad: España. Francia.

Director: Aitor Echeverría

Actores: Emma Suárez, Natalia de Molina, Darío Grandinetti.

 

Partamos del hecho de que es la opera prima del director en largometraje y se nota: su forma de narrar resulta, para mi gusto, un poco sosa, con escenas mal ligadas que desorientan.

¿Se trata de una mujer alcohólica que desea abandonar sus hábitos o de una hija que sufre las consecuencias? En realidad, a excepción de las primeras escenas en que la madre, Marga (Emma Suárez), se muestra agresiva por encontrarse en un periodo de desintoxicación etílica, su aparición en pantalla posteriormente es más bien de una persona calmada, que acude a las sesiones de terapia para alcohólicos en compañía de la hija y su marido, con el problema de fondo, aunque cinematográficamente no muy dramático. El marido abandona los cuidados y apenas si vuelve a aparecer. Sin embargo, la hija, Blanca (Natalia de Molina), toma todo el protagonismo: se convierte en el personaje principal de la película. Sus problemas, su angustia tienen su origen por los cuidados a la madre. Está obsesionada por dominar su proceso de desintoxicación y también dominarla. Entiende Marga que la salida de la drogadicción precisa de una vigilancia constante del enfermo hasta la obsesión. Acusa a su hermana, residente en Burdeos y que acaba de tener un bebé, de dejarla sola en el cuidado de la madre, proponiéndola la absurda idea de que abandone su vida en Francia para acudir a la casa materna.

Blanca, abrumada, no rinde en la compañía de baile a la que pertenece. Compañía que prepara una ballet sobre una obra de Vivaldi. Diremos de pasada que los ensayos de danza es lo más hermoso de la película, espectacular. Mientras evolucionan los danzantes en el escenario en su exitoso estreno, ella lo observa desde una butaca: ha abandonado la danza por cuidar a su madre y en un acto más de generosidad filial, se lo oculta para evitar que se sienta culpable.

Inesperadamente la madre aparece en una clínica: se supone que ha caído de nuevo en la bebida, aunque no queda claro. Esta escena hubiera ido bien al final de la película, cuando la hija decide abandonar a la madre y dedicarse a su vida. Tal como nos la muestra el director, queda desangelada, sin sentido, porque no se ha dado importancia alguna a la recaída par enlazarla sin esfuerzo con esta escena. Tampoco añade nada a la película esta recaída tratada en muy cortas escenas.

Y este es el problema que encuentro en la película. Por una parte, le faltan escenas que deja al arbitrio del espectador. Por otra, hay cortes demasiado bruscos, que precisarían más concreción, más narrativa y que enlazan con otras escenas de temática distinta, de las historias paralelas que corren en la película: la vuelta al trabajo de Marga -poco tratada y poco creíble-, la aparición de la familia en Burdeos para asistir al nacimiento de nieta y sobrina, de cuya vida apenas si se dice nada. Estos cortes dan la impresión de una narrativa a saltos en que el fundido en negro no sería necesario de haber dado suficientes datos en escenas anteriores.

En fin, que la película, nos muestra más el problema que causa la madre alcohólica en la hija que en la misma enferma; que al final se queda sola, en casa con sus monstruos, sus alucinaciones, su elefante en cacharrería, sin apenas mostrar el drama, con suavidad, alegando, que no quejándose, de quedarse sola.

Para mi gusto le falta garra, drama, porque el alcoholismo es un drama. Aprecio el acierto de colocar el punto de vista en la hija que sufre con la enfermedad de la madre y que es la última en abandonarla para vivir su vida propia. El alcoholismo, como cualquier otra drogadicción, no es un problema solitario, no solo lo sufre el enfermo, sino también quien le rodea con lazos de cariño y entrega. Además de una posible alucinación en el delirium tremens del alcohólico, creo que el elefante expresa metafóricamente el animal gigante que se lleva por delante lo que encuentra en su torpe caminar: un elefante en una cacharrería. Interesante por el tema, pero excesivamente sosa, en la que la actriz secundaria, Natalia de Molina, supera a Emma Suárez, a la que he visto poco convincente en su papel.

 

Jesús María