Los arquitectos, ¡esos tiranos!
De principio, perdón a profesión tan noble y creativa a la que no pretendo ofender, la de los arquitectos. Luego, ya veremos.
No quisiera hablar del arquitecto Calatrava cuya desbordante imaginación me entusiasma, pero más de uno seguro que ha pensado en él al leer el título y no me queda más remedio. Lo siento. Seguramente la mayoría de los lectores conoce el puente Zubizuri o puente blanco o de Calatrava de Bilbao, construido para salvar la ría del Nervión. Bonito era a porrillo en aquel entonces, aunque en la actualidad encontramos imitadores por todas partes.El suelo se cubrió con hermosísimas placas o baldosas de cristal que amenizaban el paseo con la vista del agua debajo de ellas. El arquitecto solo pensó en la estética; la ética y la propedéutica lo afearon después. Las baldosas con la humedad del clima bilbaíno resultaron resbaladizas y peligrosas para el puenteandante (perdóneseme el neologismo). Se recubrieron entonces con una alfombra antideslizante que suavizó las caídas. Aún así, algún invierno, que vino desalmado, comenzó a resquebrajar las baldosas. Como había que culpar a alguien se hizo al vandalismo, pero no, era una cuestión imprevista de materiales inapropiados. Se corrigió con nuevo firme.¡Qué remedio!
Los problemas no terminaron ahí. Se accedía al puente por ambas márgenes a través de escaleras. En la margen derecha había que subir un número insignificante de ellas; pero no así en la margen izquierda que, además de numerosas, descendían al nivel del paseo de la ría, de modo que el arquitecto obligó a los viandantes a subir al centro de la ciudad por más escaleras, cuando se podía haber alargado el puente hasta la altura de las calles de acceso a la ciudad por esa margen. Al final, hubo de corregirse también. En fin, que las órdenes del calatraveño arquitecto se desobedecieron, venciendo su tiránico pensamiento y diseño. Se prolongó el puente hasta la altura más lógica.
Se decía hace tiempo que las carreteras de las montañas se construían por donde los burros hacían sendero. Me explico para que no se me interprete mal. Con anterioridad a los coches, se viajaba en animales de carga, entre los que el burro era el preferido a pesar de su mala fama y nombre. Al cabo del tiempo estos animales hacían sendero, no vertical, sino curvado, serpenteante para facilitar la subida. Y ahí estaba el quid del diseño.
Y esto del burro y los caminos viene a un tema más de cercanías, porque sucede en buen número de ciudades.Hay zonas ajardinadas en nuestra ciudad cuyos paseos son tortuoso, enrevesados, curvilíneos, pero ilógicos, porque no hay cuestas. El arquitecto obliga a los viandantes a zigzaguear por el camino que ellos han dictado, cuando la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta.Como venganza, los viandantes hacen trocha a través corrigiendo o contradiciendo las órdenes del arquitecto. Y ahí queda el camino profesionalmente diseñado, de poco uso, y el natural, trazado por los usuarios.
Hay además tiranías arquitectónicas inevitables. Por ejemplo, las baldosas de las aceras, aparte el sistema de sujeción que las levanta con facilidad, tienen una superficie cuadriculada (entiéndase en el peor de los sentidos). Cuando circulas por ella con el carrito de la compra o una maleta con ruedas el ruido se hace insoportable. Pero, peor aún, he visto a madres y padres que por no despertar a su hijo que llevan en el cochecito (ahora lo llaman carro) se bajan a la carretera, cuando no rodean por otras calles. La arquitectura les impone esta práctica. Aunque existen peores tiranías. Hay aceras en que las farolas están tan cerca de la pared que entre esta y aquella no cabe un cochecito de niño o una silla de minusválido y les obliga igualmente a circular por la carretera. Tampoco se cabe si se va con paraguas desplegado.
Y ya que estamos hablando de circulación, diremos que con frecuencia nos castigan con árboles que al echar las hojas tapan los semáforos. O señales de tráfico que ocultan otras posteriores. O contenedores de basura junto a pasos de cebra que impiden ver a los peatones hasta que no están en medio de la calzada. O semáforos a los que el reflejo del sol imposibilita determinar qué luz está encendida. En fin, que arquitectos e ingenieros dictan sus normas un poco tiránicas para aguarnos la fiesta y hacernos la vida algo más complicada de lo que es ya de por sí. ¡Paciencia y barajar!
JotaeMeGe
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