El tabaco mata
Artículo no apto para personas demasiado sensibles.
(ADVERTENCIA: Esta advertencia anterior es un reclamo para que se lea)
¿Quién no conoce este eslogan de las cajetillas de tabaco y que encabeza el artículo: el tabaco mata? Es directo, agresivo, categórico, apocalíptico; no deja espacio para la duda, ni duda que rebatir. Aún así los fumadores argumentan generalizando lo particular: conozco a una persona de 99 años que lleva fumando toda la vida y ni siquiera tose por las mañanas. Pero peca el eslogan, y el fumador más aún, de una imprecisión. El tabaco no mata; no me imagino yo las plantas de tabaco golpeando a quien le pase cerca con la aviesa intención de matarlo. No es el tabaco el que mata. Tal vez por eso se ha corregido el modo de convencer a los fumadores de que abandonen su vicio. Ahora dice “Fumar mata”, incluso “Fumar puede matar” o “fumar provoca cáncer de pulmón”. Advirtamos el cambio en el aserto, menos impreciso, menos agresivo, más real. En primer lugar es el acto de fumar el que mata o, mejor aún, puede matar o incluso más acertado sería: puede provocar cáncer de pulmón o de vejiga. “Puede”, porque efectivamente las estadísticas encuentran una correspondencia alta entre los casos de cáncer de pulmón y el tabaquismo, aunque no total. Estas conclusiones se extraen de muestras de población, los observados en hospitales, no de todos los fumadores; se extraen de datos estadísticos, no de datos totales. Pero como estamos acostumbrados a que la propaganda sea inexacta, exagerada, mentirosa en ocasiones, se eleva a categoría lo que es solo una posibilidad. Se trata de evitar un mal letal y todo medio es poco para ello. El fin justifica lo
Con menos datos aún se concluye que el tabaquismo está relacionado con los cánceres de los fumadores pasivos, los que se encuentran en el entorno de los fumadores. En cuanto a esto último, es mi impresión de que los que han dejado el tabaco son quizá los más intransigentes con los que fuman y en vez de pedir perdón por haber provocado muertes con su vicio, atacan inmisericordes a los fumadores, sin arrepentimiento alguno de haberlo hecho. Sí, tal vez deberían pedir perdón antes de reconvenir al fumador, y añadir en su descargo: no seas como yo, por favor. ¡Incongruencias y paradojas de la vida!
He sido fumador, no soy intransigente con los fumadores, aunque esté de acuerdo absolutamente con las medidas que se están tomando al respecto contra el tabaquismo. Cuando me vuelvo trascendente en cosas tan de tejas para abajo, me da por preguntarme, ¿cuántas tabacaleras muestran en sus edificios un enorme cartel que diga “El Tabaco Mata” o peor y más agresivo aún, “Nuestra fábrica se dedica a provocar más de un millón de muertes en España”? Nuevamente, se despachan echando la culpa a los fumadores, a las personas; el fumador es el delincuente y la víctima. Ya sabemos que hay intereses económicos en juego, tanto por parte de los empresarios como de Hacienda. Pero no quiero entrar en ese terreno. ¡Está muy manido el asunto y quiero ser un pelín más original!
Puestos a pedir, ¿a nadie se le ha ocurrido vender los cigarrillos en cajetillas con forma de caja mortuoria, es decir, ataúd o féretro? Para darle más empaque al abrir la caja –en este caso cajetilla– bien pudiera reproducirse el Réquiem de Mozart. O una voz de ultratumba que incita con una alocución similar a esta: “Te invito a una pequeña porción de veneno. Atrévete a fumarla”. ¡¡Qué macabro!! Ya he advertido que no es artículo para personas sensibles.
Pero puesto a imaginar y en estos tiempos que corren de conflictos armados, se me ha ocurrido algo más… más… ¡No sé como describirlo ni si decirlo! Lo haré brevemente y corriendo veloz por el teclado: más matan las pistolas, los fusiles, las ametralladoras,… Y con más certeza, sin placer ninguno (¿O sí? No los sé.) y más inmediatamente. No estaría de más que llevaran un mensaje impreso o grabado en su culata con la leyenda: “disparar con esta arma, mata o puede matar”. ¿Cuál sería la reacción de la persona que lo usase al leerlo y antes de disparar? También se podría recurrir a otro método disuasorio. El gatillo debería tener dos tiempos antes de disparar: uno advirtiendo que mata y un segundo tiempo, el del disparo definitivo. ¡No sucederá ni en mil años que viva! Antes al contrario, se lo encargaremos a mecanismos autónomos con lo cual quedaremos exculpados.
¡Hay que ver qué cosas se me ocurren! ¡Me parece que me he pasado un punto, o puntos suspensivos o un buen montón de ellos! Pido disculpas por este artículo que “puede” poner los pelos de punta que también “pueden matar”!
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