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De e ratas, gasapos y hortografía

Ya lo sé, no es necesario ni siquiera que lo pienses y menos que me lo eches en cara. En el título has encontrado tres palabras mal escritas. El maestro de mi infancia, que siempre va conmigo en mi lóbulo frontal ha retorcido la jeta y puesto cara de malas pulgas. No me ha castigado al rincón de pensar, que hoy se llama Google, pero con un birome rojo me ha corregido, rasgando el papel o aporreando el ordenador: De erratas, gazapos y hortografía. Te ha ahorrado, querido lector, una sonrisa mefistofélica al ver estos errores, de los que sé que su mejor virtud es la satisfacción producida en quien los descubre. Pues eso, si los descubriste a la primera, ¡¡enhorabuena!!

Sin embargo, en cada una de las palabras se representa un tipo de error distinto, del que hace años se culpaba al corrector, nunca al autor, aunque a veces la culpa era del tipógrafo. ¡Hay que ver qué de palabras acabo de soltar en vías de extinción! El corrector era la persona encargada en las imprentas y periódicos de repasar los originales en las galeradas. Ya que estamos en Santa Marta de Tormes me ha venido a la memoria una anécdota que me contó Enrique de Sena cuando dirigía El Adelanto (dirigía él, por supuesto, no yo). El corrector del periódico salmantino era un panadero quien al terminar su faena en la panadería a las 5 de la mañana acudía al periódico y corregía las pruebas antes de pasarlas a la rotativa. Decía que jamás le había visto consultar el diccionario de la RAE (Real Academia de la Lengua), un voluminoso libro que dormitaba en un rincón del taller tal vez de su dueño olvidado, como el arpa de Bécquer. ¡Admirable personaje, el panadero-corrector! Aun así, no había día que no  apareciese una errata, que es la falta de una letra, la confusión de una por otra, el baile de letras, etc. O lo que es lo mismo un error tipográfico inadvertido que no muestran ignorancia por parte del autor, sino descuido al escribir. Ha corrido últimamente por Whatsapp un titular de periódico que decía: “Líbano lanza una ofensiva en la frontera con Soria”. Como casi todas las noticias de redes sociales habrá que poner en duda su veracidad, la de la errata, porque lo de la invasión esá claro. Aún así, es un buen ejemplo de errata en que se cuela una O en lugar de una I y donde debería decir Siria, aparece Soria. Hoy el lugar del corrector, lo ocupa el predictor informático que a veces resulta útil y agradable y otras, pernicioso como el del embarazo. Pues bien, esta errata –si ha sido real– tal vez se deba al nuevo corrector-panadero que amasa nuestras palabras a su gusto para confundirnos.

Los sexistas lo tienen difícil a la hora de escribir palabras en que aparece z o ce, ci… ¡Vaya hombre, he escrito seseístas y el predictor me ha llamado la atención y escrito sexistas! Vale, pues, como la RAE no admite esa palabra, pondré sesentas que son los que pronuncian caza como casa o contención como contensión (confundible en el habla con las palabras con tensión) o bien gasapo por gazapo. Esta última palabra está en vías de extinción en la imprenta. Un gazapo –conejo pequeño– era sinónimo de errata, porque aparecía donde menos lo esperabas.

El ceceante –aquí el predictor me ha colado cesante– es el vicevérsico (permítaseme el neologismo), es decir, el contrario, el que pronuncia la s como z o ce, ci, si bien su problema ortográfico es el mismo. No se me entienda que tal pronunciación es incorrecta, no. Son modalidades del español, distintas formas de pronunciar nuestra lengua. Su problema estriba en que a la hora de escribir palabras con s o z dudan y comenten errores como “procezión” por procesión o “perfecsión” por perfección.

Y es que las erratas en los textos escritos, más que gazapos son diablillos que se cuelan en los rincones del texto y aparecen cuando el periódico o libro ya está en la calle, sonrientes, sarcásticos, como un timador que te ha colado su engaño.

Las faltas de ortografía ya son otra cosa. El culpable es el autor y se debe a su ignorancia, aunque no siempre, porque en el teclado QWERTY de las máquinas de escribir y ordenadores la b y la v se encuentran, para nuestra desgracia, juntas, una al lado de la otra como mellizos que confunden nuestros dedos para goce y disfrute del lector y vergüenza del autor. Las erratas que implican además una falta de ortografía son sospechosa y maliciosamente inclinadas a tomarse como ignorancia por parte del lector. No es difícil, que cuando se domina el teclado, se pulse una tecla de más o la tecla no responda al pulsarla y se encuentre después con un “Juan a venido a verme” donde la hache se quedó a medio camino de aparecer delante del participio, o “el _año viene con poca agua” por falta de una c en año, o por el olvido de una tilde: “Conduzca con cuidado. Bebe a bordo.” Estoy seguro de que en más de un coche hemos leído esta última frase y hemos entendido lo que quiere decir, pero no lo que dice. Una cosa es bebé, criatura humana de corta edad –aunque en la actualidad se ha extendido a los animales– y otra muy distinta bebe del verbo beber. ¡Buen consejo para conducir con cuidado: beber a bordo!

Los correctores informáticos salvan muchas de estas situaciones, pero no todas. Incluso han aparecido errores tipográficos producidos por el mismo corrector informático y nuestro descuido, erratas de las nuevas tecnologías. Es de suponer que la perfección de la Inteligencia Artificial nos ayude aún más con la escritura correcta. Mientras tanto, querido lector, seamos transigentes con las erratas, gazapos y la ortografía incorrecta, porque seguro, segurísimo que tu Whatsapp, tu Facebook, tu Instagram están llenos de ellos y tus amigos te los perdonan (o tus followers) y no te los echan en cara.

Pero no olvides –como dise un humorista español– que siempre hay dos formas de escrivir una palabra: correcta o incorreztamente.

(¡Vaya, el corrector me ha subrayado en rojo tres palabras en la última frase!)

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