maria callas

MARÍA CALLAS

 

Nacionalidad: Italiana

Director: Pablo Larrain

Elenco: Angelina Jolie (María Callas), Pierfrancesco Favino (Ferruccio Mezzadri), Alba Rohrwacher (Bruna Lupoli), Haluk Bilginer (Aristóteles Onassis)…

 

A mi entender –siempre a mi entender– es esta una película predestinada al éxito por varios ingredientes que la acompañan: el tema de la más grande soprano de la historia, la actriz principal, la fotografía de un fascinante colorido, el palacete barroco donde se desarrolla, la promoción que la seguirá en un futuro y que ya ha conseguido varios premios, … En fin, tiene todos los ingredientes para ser un buen plato.

María Callas por su voz, por capacidad interpretativa en las óperas, por su vida azarosa y su carácter se convirtió en una prima dona del bel canto. Reconozco que me emociono escuchándola, que considero su voz la más templada, la más electrizante de las sopranos sobre todo en las arias que tanto repitió por los escenarios y que están presentes en la película: “Casta Diva” (Norma), “O mio caro babbino” (Gianne Schichi), “Un bel di vedremo” (Madame Butterfly),… Con esto en la película me hubiera bastado para disfrutar de ella. Angelina Jolie modula bien la boca cuando imita la canción de la Callas, en playback, claro. Se hace creíble. Combina el director dos acciones simultáneas en esos momentos: Angelina a todo color con reportajes reales en blanco y negro de los grandes éxitos de la diva. He querido oír –tal vez haya sido una apreciación mía– que la voz del reportaje y la que interpreta la actriz son distintas: la de esta más opaca, menos clara, como si quisiera mostrarnos el director la degradación que la misma Callas sufriera al final de sus días.

Ha jugado el director con cartas marcadas (iba decir, al caballo ganador, pero no quiero malinterpretaciones), ha elegido una prima dona del cine para interpretar una prima dona del bel canto. Angelina Jolie, solo con su presencia llena cines, como María Callas teatros. Sin embargo, he visto dos personajes distintos. Angelina hace un papel más que digno en la película, pero de Angelina Jolie, no de María Callas. La diva real tenía un carácter mediterráneo, fuerte, explosivo, determinado. El personaje de la película es calmado, nórdico. Sus movimientos son hieráticos, pomposos. Cuando anda, cuando posa parece una estatua, no transmite pasión. Solo cuando esconde y no encuentra los ansiolíticos muestra cierto apasionamiento, aunque no muy convincente. Otras dos escenas características de su vida quedan reflejadas de un modo insulso. El abandono del escenario en la Ópera de Roma, un escándalo, lo plasma el director con una admiradora que fue a oírla y no pudo, porque dejó de actuar en plena función. Y la diva responde que estaba enferma. La otra escena, la del desplante y diálogo con Kennedy resulta increíble; parece una anécdota popular que ha ido engordando con el tiempo y que el director la ha plasmado tal cual. Sucede sin pasión, como quien se despide “a la francesa”. Los diálogos de la película  se encuentran insertados de anécdotas tal vez reales, pero demasiado impostados, demasiado irónicos para una mujer impetuosa. El aspecto perfeccionista y maniático lo encontramos en la ubicación de un piano que ocupa demasiados planos en la película, sin que la diva se preocupe de otra cosa que de la salud de su mayordomo. Para qué seguir. Angelina hace un buen papel, pero no de La Callas.

Comienza la película con la misma escena que termina y en el intermedio un ramillete de anécdotas de sus últimos días. La presencia de un periodista con su cameraman nos hace sospechar que se trata de un reportaje desde el principio al final. Sin embargo, encontramos demasiadas escenas íntimas como para que así sea creído; más bien parece una vida contada por los domésticos que la conocieron en privado.

El final, continuación de la primera escena de la película, resulta tan emocionante como irreal. Es el último canto de la diva en solitario –cosa incomprensible que nadie la acompañe aunque sea al tan movido piano–, con la voz ligeramente desvirtuada. El balcón abierto cuela su voz hacia la calle donde se arremolinan admiradores espontáneos a escucharla. Sin querer me ha recordado una anécdota de nuestro tenor Fleta, casado con la salmantina Carmen Mirat, y que cantaba en la casa de la Plaza Mayor de Salamanca, mientras el pueblo llano con sus sillas a cuestas se desplazaban a escucharle. Es la misma escena, repetida sin duda con muchos otros artistas. En un momento determinado ha dicho que el escenario es su vida, lo es todo, y por eso termina con un público popular, abierto al mundo, no el enlatado de un teatro, que la quiere escuchar con cariño a pesar de no ser ya su propia voz.

Esta frase del “escenario-vida” no resulta muy convincente en la película, ni tal vez en su vida real. Abandona el canto durante 8 años, porque así se lo pide Onassis, su amante, del que seguirá enamorada hasta la muerte de este. El amor por el magnate griego, infiel, queda como último poso de la película: el de una mujer enamorada que pierde a sus dos amores al mismo tiempo: Onassis y la voz que es tanto como decir el escenario.

Para los admiradores de La Callas y de la Ópera es una película imprescindible, aunque decepcione. Haría falta más Callas y menos Angelina.

 

Jesús María