De trazo breve y emociones eternas

 

La paradoja del sol débil

 

Accedieron al bosque sin hacer ruido y se asentaron pese a la lógica desconfianza inicial de los lugareños. Dos extraños, mimetizados con el paisaje, que el tiempo aceptó. Eran dos más entre los robles, una pareja cualquiera entre los abedules, una dupla inquebrantable entre las acacias y los pinos. Las estaciones se fueron sucediendo, con su inexorable y perezosa monotonía, hasta que, imperceptiblemente, algunos vecinos dejaron de engordar, otros perdieron el pelo y muchos de ellos experimentaron una súbita aridez de carácter. La metamorfosis era evidente, la desconfianza empezó a crecer, como la mala hierba. La alegría dejó paso a la roya, los hongos, los tizones, la antracnosis, la cenicilla, los cancros… Alarmado, el presidente de la mancomunidad arbórea, llamó a las autoridades forestales. Algo terrible debía de estar pasando con sus vecinos. Tras una minuciosa investigación identificaron a los dos “desapercibidos”, tan silenciosos y discretos ellos, que muchos dudaban que existieran y otros muchos directamente los negaban. Se descubrió que, amparados en falsas identidades, se ocultaban, en realidad, Muérdago y Sequía, dos agentes bióticos de la organización terrorista internacional “Cambio Climático”.

José Luis Logar