Me enveneno de azules
Reconozco que no distingo colores. Bueno en realidad los distingo un poco, pero únicamente al principio, porque al final en mi retina, todos acaban teñidos de un solo color, el del introvertido cálido. Solo entiendo las cosas si van pintadas de cian con unas gotas de magenta. No concibo el universo más que en lapislázuli. Si atisbo a vislumbrar siquiera los rojos y los malvas, que suelen traer ensoñaciones de versos, algunas caricias y alborotadas estancias, me atormento. Solo quiero contaminarme de garzos, quedarme dormido sobre el mar índigo de tu espalda, buscar el reverso azulado del espejo, aquel en el que esconde la naturaleza marina de las cosas, el ímpetu zarco de mi alma. Si no amanezco, enmudecido de cobalto entre los pliegues de tu almohada, discurren ante mí los verdes, se alborotan los violetas y se diluyen los gualdas. Y entonces me apresa la angustia, esa oscura criatura que se alimenta de abatimiento y de lágrimas. Me asusta todo si no es añil. La vida es demasiado corta, demasiado importante como para no poder verla, toda vestida de azul.
José Luis Logar
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