¡PUES ANDA QUE TÚ…!
En contexto “patio de escuela” se reducía a enfado temporal, duraba tanto como el recreo (que se nos pasaba volando) y apenas tenía trascendencia, como mucho te orientaba en la elección de amigos, sin descartar un conciliador “te ajunto de nuevo”. Más allá de la “reglamentaria” pelea, sus consecuencias eran inofensivas, nada que no pudiera arreglar un simple “¡perdón!” a regañadientes o un dirigido “¡daos la mano!” ,suficientes para desactivar cualquier posibilidad de rencor duradero.
En versión adulta se adultera. Proyectada en el escenario parlamentario se nutre y endemonia de ansias de poder, de rencores recurrentes, de intereses y de ambiciones banales; gana en trascendencia y no contempla mínima disculpa por considerarla debilidad en vez de fortaleza… pierde toda bisoñez e inocencia.
En su rienda suelta, se exhibe como arma arrojadiza ambidiestra en formato bomba de racimo, que se expande hacia diestra y siniestra. En su transición, desde el patio del colegio al patio institucional político, ha logrado convertirse en moda y en símbolo de progresismo hueco en las mismísimas Cortes Generales, con bochornosa expresión en el Congreso y eco en el Senado. Aquí y ahora se llama “¡y tú más! y se emplea a fondo…y a fondo perdido.
Con su vozarrona y adorno amenazante se ha convertido en protagonista voluntaria en el debate dominante, de esencia agria y sobreactuado, y ha conseguido anular o restar músculo a cualquier actividad política que preste servicio a nuestras “cosillas de andar por casa”, las que verdaderamente nos preocupan y que desafían cada final de mes con ponernos la vida patas arriba, tanto a nivel doméstico como social. Paradójicamente, es un señuelo que desvía nuestra atención, se muestra arrogante, finge indignación y se sabe ganador; su éxito final es la normalización de lo que ocurre o sucede… y la normalización concede licencia para expresarse sin vergüenza, sin rubor o pudor alguno. Nos han acostumbrado. Cumplirá su objetivo de distraernos y, una vez saturados, todo seguirá igual y nada o poco habrá cambiado: señuelos y errores nuevos o renovados.
La siguiente parada: el show de las Comisiones de Investigación, que no van a investigar nada y no llegan ni siquiera a categoría de “juicio de juguete”; desfile de aludidos, más altivos que avergonzados, y argumentos o descalificaciones redundantes aupados y venidos arriba por la presencia de cámaras y micrófonos de turno, en el que cada cual dará las explicaciones que quiera dar y responderá, o no, según le venga en gana. Más de lo mismo.
Así está el patio en este momento en su espacio político en cuanto corrupción se refiere. Un hedor difícil de soportar en el que impera el vómito sobre el dialogo y que retrata un nivel por lo menos sonrojante de quienes libremente hemos votado para que nos representen. Pero no quiero caer en la torpeza de generalizar, estoy seguro que todos los políticos no son iguales y tal vez sea el mejor momento para que los que sean diferentes den un golpe sobre la mesa (que no de Estado) alteren su zona de confort y abandonen el ejercicio de palmeros que se reduce a proteger respectivos escaños y pesebres… y da igual la pertenencia. No hacerlo, o mirar hacia otra parte, les convierte en cómplices… tanto como, nos guste o no, lo somos nosotros por haberles elegido… nos lo creamos o tampoco. Sería importante, idóneo y fértil que ese golpe tuviera bríos rocosos y su estridencia redoblase en nuestra responsabilidad, la que tenemos en nuestra condición como votantes, sin dar pie a la indiferencia ni a un hartazgo que nos sometan como si fuéramos su alfombra.
Por lo demás, sin ánimo de juzgar a nadie, ajustándonos simplemente a la expresión “¡y tú más!”, decir que lleva implícito el reconocimiento propio de “y yo también” ,que es lo que más nos debería preocupar a todos los que no somos ellos, independientemente del color o ideología con que nos identifiquemos…que según ha ido degenerando la situación política en nuestro país no dejan de ser otro par de señuelos encubiertos, pero eso ya es otra historia…
Recuperando referencia añeja de patio de colegio, vamos mal si en el patio parlamentario la preocupación se centra por una parte en que no te quiten “el bocadillo” y por otra en quitarlo. Se debe jugar para nosotros, no con nosotros. ¡ Señorías!, urge que dejen el juego parvulario de “¿Quién es quién?” con hechura de reality estéril ,que tanto les evidencia, y jueguen a lo grande, haciendo grandes apuestas… apostando por todos nosotros, incluyendo al que no es afín o se considere contrario.
Cristino
Escríbenos