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OCHO DE MARZO

 

Llega otro 8M y con él un manifiesto sábado agitado con protagonismo absoluto de la mujer, reivindicación feminista y un “puñao” de cosas más; podría esperar a ver cómo transcurre y exponerme el  próximo jueves  según transcurra y desarrolle s, pero  demasiado fácil y oportunista. Del anterior al inmediato han pasado cosas muy serias y significativas que obligatoriamente deberían  provocar  una contundente expresión diferente a los recientes, desmarcada y de choque contra la utilización, exposición  y  argumentario  polarizado e interesado de esta cita (no hacia  la pretensión de la causa)  que redacte  factura en cuanto a responsabilidades  políticas  y personales, que sirva para desenmascarar  a según quiénes y evidenciar  la voracidad de sus intenciones, entramado y particulares negocios  para cuya satisfacción la mujer les ha supuesto “la herramienta perfecta”… que, en mi opinión, por sí solo representa  (en entraña y gravedad)  más agresión  y peor violencia de género que muchos de los hechos impuestos  a esa categoría o juzgados como tales, como por ejemplo y  elevado a circo, el  mediático beso a Hermoso, que en modo alguno lo justificaría ni debe blanquear  a un impresentable, pero que no lo es menos que quienes se apropiaron del liderazgo para su linchamiento.

 

Antes de continuar y ante la posibilidad de salir “trasquilado” adelanto mi posicionamiento contrario a este modelo de 8M “dopado”; más aún, quisiera que ni existiera porque no tuviera necesidad, que no fuera reivindicativo y si tuviera que ser… que lo fuera sin facciones que enfrente a las mujeres entre sí y con participación del hombre sumado a la fiesta, como expresión de celebración por la consecución del pleno respeto hacia los derechos y su ejercicio o cumplimiento. Uno tiene la sensación de que a quien menos le interesa ese logro es precisamente a quien paradójicamente se ha hecho con la propiedad política de su reivindicación haciendo creer que sin ellos (más ellas) no se conseguirán dichos derechos, como si fueran quienes los fabrican y regalan, cuando sin su presencia o participación también los tendrían y el objetivo no variaría: la exigencia de ser respetados socialmente por imperativo y amparo legal. Pero ¿por qué son precisamente a quienes menos interesa? es su panacea,  muy sencillo de entender;  en su normalidad, funcionamiento y desarrollo se acortarían las distancias y rentabilidad entre los diferentes grupos parlamentarios, no habría división posible y en consecuencia, estos personajes,  resultarían prescindibles o no tendrían oportunidad, viniéndoseles abajo todos sus chiringuitos de uso y disfrute  y sucursales levantadas  gracias al rastreo  o creación de  grietas susceptibles de preocupación para la mujer.

 

Expectación máxima, por un lado la congregación más risueña, seducida por redes, de vulnerable bisoñez, fácil de manejar, pero dotada de esa valentía e impulso revolucionario que todos tuvimos alguna vez con su edad… con refuerzo LGTBI y Trans, que huelga decir que son personas, y cuyo máximo interés, a juego, es su conversión en hervidero de votos que faciliten cargo a quienes les agitan, convocan y dirigen. Por otro lado, el feminismo maduro que sabe de consecuencias y bendice el allanamiento del camino por parte de generaciones irrepetibles a base de un esfuerzo, renuncia y sacrificio descomunales plagados de cicatrices; que pueden pensar contrario respecto a quienes les arenga y los flecos que las mantienen, pero que además de lo mismo les mueve e importa algo más: ahorrar dichas cicatrices a la inmadurez, a las otras, a todas y a las que vengan. Este año debería hacerse presente un tercer musculado  grupo que alce la voz, escisión del primero, que “ajuste cuentas” sin descuidar el motivo ni descontextualizar la  celebración y  ponga en el sitio que les corresponde a todas estas heroínas de pacotilla que tramposa e interesadamente, más que por elección, se han impuesto como abanderadas de la causa para solucionarse respectivas vidas, dícese… Monteros, Yolis, Belarras, Ángelas y otras sucedáneas a la sombra de esos machotes que les dieron oportunidad. Una década haciéndonos creer, a quien lo creyera, que todos los hombres pensábamos en lo mismo menos los que a ellas hacían la ola y… al final, supuestamente, eran peor que sus iguales, o al menos tan parecidos como aquellos.

 

Los casos Errejón y Monedero (en facultad moteado como “el Babas” y temido por sus tutorías a puerta cerrada) deberían tener su latido el próximo sábado y a las citadas debería arrojar a juicio y escarnio público por responsabilidad pasiva y complicidad evidenciada al tenerlo en conocimiento y taparlo o mirar en otras direcciones. No cuela, por mucho que en su defensa esgriman que obraron así para proteger a las víctimas, que actuaran correctamente alejándoles  del partido; primero porque lleva implícito el reconocimiento  de que sabían de su actitud y callaron, que  ya las deslegitima para encabezar cualquier manifestación por esta causa; segundo,  porque la salida que les  facilitaron fue con honores en vez de con denuncia  o señalamiento; tercero, por no estar a la altura como ejemplo en tan cacareado ideario inflexible al respecto; y ,cuarto, porque si en vez de uno de los suyos se tratara de uno de otro color contrario no les serviría la misma  excusa o justificación y encontrarían en él una mina para sus intereses y condena.

 

Empeora la situación el motivo de por qué se silenciaron ambos casos y no se atendieron según iban ocurriendo; también muy fácil de entender, pero debemos remontarnos a los orígenes y en contexto aquelarre universitario en que el movimiento nace hace 11 años y coge fuerza uno después. Estos creadores y entre ellos otro macho superlativo (que también acumula indicios, pero hasta el momento se “ha ido de rositas”, ¿sería apartado por misma razón?) representaban la cúpula y, por tanto, los encargados de elegir y repartir cargos y pesebres ante unas buenas expectativas electorales dado el calado y aceptación del movimiento, todos se frotaban las manos. Con tan halagüeñas previsiones, el haberse atrevido a denunciar estos hechos (y los que no sabremos) hubiera significado que estas iluminadas fueran apartadas de esas mieles y se habrían quedado sin las oportunidades que se les puso a disposición; a su vez, con astucia y de puertas para adentro, se fueron asegurando continuidad, reparto o escalada por valer más en cuanto a lo que callaban que por lo que decían.

 

Ahora, ante las ruinas y la más que probable reducción a pocos o desaparición de los chiringuitos, puede tener lugar una división y agitación interna, que muchos queden fuera y, siempre poniendo un precio, les dé por hablar. Nos quedan cosas por ver. Hueco también debería tener en este día el caso de Karla Sofía Gascón, llamada a ser icono parcial en estas lides y Diosa (o Diose) en la jornada del Orgullo, pero unos tuits antiguos en redes desmarcados del ideario matriz de quien la promocionaría como tal y en sintonía con los adjudicados al contrario, le servirán de castigo, rechazo, condena y ostracismo… que también son réplicas de agresión. Y dará igual su talento interpretativo, éxito alcanzado y el calvario que haya pasado en su transformación y por el que lo sucedido le va hacer transitar. Tiene más peso cómo te expongas y lo que digas (¡qué importante son las redes!) que lo que eres, vives, sientes o te pueda ocurrir. Tanto el calvario de Karla como el particular, si lo hubiere, de cada mujer que pasado mañana se manifieste son muy suyos, no van a dejar de serlo, y gracias a ellos quienes intoxican estas celebraciones evitarán o suavizarán los propios convirtiendo aquellos en su medio, solución y recurso. Evidenciadas y desviando la atención, me da que este año toca redoblar el énfasis y estridencia contra lo facha y la ultraderecha y poner a prueba, una vez más, la elasticidad del comodín que representa.

 

Cristino