3

SANIDAD CON SALUD DE HIERRO

 

Seguro que os habéis preguntado en más de una ocasión sobre qué serías capaces de hacer (de tener oportunidad) por salvar la vida, propia o la de quienes amáis y os son necesarios, o por recuperar las funciones que no limiten o condicionen la misma; bien presentadas y sufridas como enfermedad de intención letal o bien en formato degenerativo, discapacidad o que someta y anule dichas funciones de por vida, ya sea de origen contraído, de nacimiento o por accidente puntual. La respuesta es previsible en caso de contemplarlo desde la perspectiva de que son cosas que pasan a los demás, no se ha pasado por ello o sin haberte puesto a prueba: lo que haga falta, sin más; pero sorprendente si lo has sufrido en experiencia, tanto que puedes llegar a descubrir dentro de ti mismo a una persona nueva que no sabías que tenías, e incluso al margen de la ley. El resultado siempre: el verdadero valor de las cosas, lo que realmente importa o cuánto importa…   y lo que no importa tanto. Un ejemplo en supuesto absurdo, sabido es que Echenique actúa como azote de Ortega, en el caso de que una de las máquinas que éste donara, y como único recurso, garantizara que con un “centrifugado” sales de ella como” alma que lleva el diablo”… ¿Pablo se negaría a tratamiento o a su utilización prevaleciendo principios e ideología y odio personal?  

Sanidad debería presumir blindaje, exhibir licencia y tener un carácter innegociable en todo lo que sea susceptible de suponer mejorar servicio, atención, asistencia y tratamiento; gozando de prioridad en la asignación presupuestaria, dotación profesional necesaria, investigación, recursos, medios y espacios a disposición en un marco de extremo respeto en cuanto que la vida puede dejar de serlo. Pero no es esa la realidad; su trato y gestión no se ajusta a su importancia ni tan siquiera en la expresión de seriedad y responsabilidad que merece y sobrevivir exige. Así se explica, por ejemplo, que durante la pandemia el titular del ministerio fuera un filósofo, en consecuencia la legión de asesores (los necesarios y los huecos), y el no dejar pasar la oportunidad de hacer negocio quien lo hiciera, más allá de los grandes laboratorios y compañías farmacéuticas para quienes fuimos un hervidero de conejillos de india y desnudaran nuestra abrumadora vulnerabilidad. Si bien, no creo que en manos de otro gobierno la situación hubiera sido muy diferente.

Lamentablemente, la importancia la consigue temporalmente, lo que duran los comicios, en periodos electorales reinando estratégicamente en programas y en sobreactuada preocupación, convirtiéndose hasta en arma arrojadiza entre contendientes, con visos de pasar factura y “ajuste de cuentas”; con tradicional debate entre la pública y la privada que nos enfrente o divida y… a esperar sus frutos en urnas. Así se entiende también que, por ejemplo, el año pasado por estas fechas se prodigaran dirigidas manifestaciones por todo el país a favor de la sanidad pública, mostrando sus carencias, miserias y necesidades y que por arte de magia, pasadas las elecciones dejaran de suponer motivo de concentración de masas. ¿Se solucionaron los problemas? ¡qué va! se están conservando para ser utilizados de nuevo, tal cuales, en próximas citas electorales. Por curiosidad, con innata ingenuidad y torpeza me pregunto si sus señorías, ataviados con camisones que ignoran el pudor y desafían a la intimidad, pisan o esperan aletargado turno en una concurrida sala de espera o de urgencias dividida en boxes o cubículos separados por lánguidas cortinas o mamparas; o si, en caso de ingreso, resignadamente comparten habitación con otros incómodos tan pacientes como ellos. En multitudinaria lista de espera ¿alcanzan cifra de dos dígitos? En pandemia… ¿Fueron número o enfermo? ¿Sus mayores fueron hacinados o descuidados en un pasillo de hedor agonizante?  No, no creo que “disfruten” de esas experiencias y carácter “público” y es más que probable, como en tantas otras cosas, que todo lo que a nosotros nos quieren imponer que valga, a ellos no les sirva. La pregunta incómoda es si nosotros con la salud en juego y en su misma posición haríamos lo mismo o decidiríamos de misma forma y, como en el supuesto de Echenique, en qué lugar quedarían nuestras ideas, concepto de justicia o principios que consideremos sólidos. No lo sé y exijo mi derecho a no saberlo. Asumido y conformado está que no todos nos podemos permitir lo mismo, pero en todo lo que a salud refiere no hay que vaciarse en debate, ni en exigir que los que reciban mejor asistencia reciban la misma que podamos recibir nosotros; sino en que nosotros, en formato derecho, precisamente recibamos la misma que reciben ellos sin que suponga privilegio alguno. Privada y pública no deben anularse entre sí, las dos son necesarias( por evitar tiranía) y deben  convivir  como opciones a elegir, y allá  posibilidades y elección de cada cual ; pero SIEMPRE  con misma garantía y haciendo asequible misma atención a través de  medios, recursos  y  trato independientemente de quien  uno sea, NUNCA  condicionando  o exhibiendo  una ventaja  asistencial que  pueda resultar vital,  necesaria  o decisiva para salvar una vida; como puede ser una intervención eficaz, facilitar la  accesibilidad a un fármaco y  tratamiento o para  emitir  un  diagnostico esperanzador a tiempo  en vez de lapidario por descuido, dejadez o demora. En consecuencia, limitar la diferencia solo a prestaciones relacionadas con acomodos, acompañamiento o detalles que se reduzcan a confort en estancia; lo de menos es si te trasladan en una limusina o en una ambulancia convencional o disponer de servicio gourmet y una tv de 50 pulgadas con la Champions para amenizar tu ingreso, en vez de de un transistor… esos aspectos no son los que salvan una vida o provocan su pérdida.

Puede bastar poner a disposición, sin recorte y sin escatimar esfuerzo, medios, herramientas, espacios  y profesionales de los que se dispone, y si no los hubiera, invertir en ello, en ellos y en todo lo relacionado  aunque fuera recurriendo a  presupuestos sospechosos o “sobraos” de otros ministerios ,de alcance parcial o reducido en la comparación  y que no incluye o afectan a la sociedad en su conjunto y totalidad , ni tarea o servicio  supone  misma trascendencia  y preocupación, sin querer decir con ello que carezcan de importancia. La inercia del avance tecnológico y una investigación sin “ataduras” se encargarían del resto. Hasta podría ser suficiente, en primeros pasos, simplemente con ser capaces de agilizar tiempos de espera y atención; porque, por lo demás y por mucho que nos quejemos o mucho que falte por mejorar, dires y diretes, creo que tenemos una Sanidad, Seguridad Social y profesionales como para presumir.

¿Qué resultaría caro? pues supongo que sí, sin duda; pero, por ejemplo y como botón de muestra del despilfarro… 28 son los millones que nos va a costar contratar al afín Broncano en la televisión pública nicamente para restar audiencia durante dos años al incómodo Motos, supuesto contrario al régimen. Multiplicado por diez (280 millones) alcanza la cantidad donada por el ciudadano Amancio en cuanto al valor de “sus” boicoteadas máquinas (MR Linac Unity); si merece ser “crujido” por su tributación, lo hagan o adecuen la ley para ello, le estrujen fiscalmente… pero si aparece alguien así, que no pasaría nada porque no lo hiciera ni tiene obligación, al menos no impidan que facilite a los demás la oportunidad y esperanza que ustedes niegan y deberían asumir en responsabilidad.

CRISTINO