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KIT DE SUPERVIVENCIA

 

Decía mi buen amigo,

compañero de aventuras

y rutas por andurriales,

que para estar a las duras

hay que llevar en el saco

dos pilas y una linterna,

una navaja y la cuerda,

por si se rompe una pierna.

Eso le oía decir.

Y cerillas, repetía.

Era un hombre precavido,

conocimiento tenía.

Cierto es que algunas veces

se hizo algo duro el camino

y convenía calcular

los avatares del sino.

Nunca, por buena fortuna,

tuvimos que recurrir

a tan preciados objetos.

Recordar es sonreír.

Más tarde, alguien propuso,

en tiempos de la pandemia,

que hiciésemos acopio

para pasar la epidemia

de alimentos en conserva,

de aguas e imprescindibles,

papeles de doble capa

y productos comestibles.

Quien más, quien menos, tenía

un pequeño ultramarinos

en el trastero de casa,

con jamón y buenos vinos.

Aún queda por algún lado

alguna lata de aquellas

que poblaron la despensa

y no dejaron ni huella.

¡Qué sé yo lo que veremos!

Ahora dicen que, otra vez,

hay que llenar el petate

y se pide sensatez.

Hablan de un posible ataque

que provoque un apagón.

Y un descontrol inicial

que traerá la solución.

En setenta y dos horitas,

ni una más ni una menos…

Está todo calculado.

Tres días que serán amenos.

Pendientes todos del “loro”

de pilas, que habrá caída

de internet y plataformas.

¡A mí no me da la vida!

Otra vez a estar pendiente

de las bobadas de turno.

Me preocupan mucho más

los anillos de Saturno.

Si no nos salen las cuentas

menos nos valen los cuentos,

milongas y cantinelas.

¡Más gastos en armamentos!

¿Para qué, si hay solución,

si ya está todo previsto,

un kit de supervivencia

por si surge un imprevisto?

¿Un apagón? Con dos pilas,

la linterna de petaca…

¿Una invasión? ¡Vaya lío!

El bote de la espinaca

que tomaba aquel Popeye,

marino donde los haya.

Quien quiera que se preocupe,

por mí que siga, que vaya,

que busque la solución.

El kit de supervivencia

es un equipo completo

estudiado por la ciencia.

¡Vaya manía le ha entrado

al insigne, al de allá lejos!

¿Sabrá que sembrando miedo

estamos todos perplejos?

Compraremos sus productos

de acero para la guerra,

la salvación que se encierra

entre sus sábanas blancas

de quirófanos y vendas

donde se cuida y se quiere,

donde existen las ofrendas

de aquellos que se desvelan

por cuidar sin condciones

de las personas que llegan

en busca de soluciones.

Ante tales circunstancias

que no cunda el sobresalto,

que en setenta y dos horitas

antes del primer asalto,

habrá tiempo de comer

dándole gusto al diente,

que, por si vienen mal dadas,

haya energía suficiente.

Una lata de caballa,

una cerveza caliente.

Un buen libro de aventuras

y a esperar el día siguiente.

 

Abelardo Grande